Se trata del dispositivo clásico, ideado por Sigmund Freud, el fundador del psicoanálisis, en donde el practicante de psicoanálisis y el paciente se encuentran en una plática por un cierto tiempo llamado sesión o coloquio.
La persona afectada por un síntoma comunica libremente sus pensamientos al practicante, suponiéndole un saber resolutivo (lo que se llama técnicamente “transferencia de saber”), y el practicante mantiene una posición ética de no sugestionar al paciente con una solución estándar, derivada por el buen sentido común o con lo que él pensaría como solución si fuera el paciente mismo. Hay que respetar la forma de discurso que el paciente construye sobre su síntoma, porque ese discurso define su realidad psíquica. En la realidad psíquica están los impases que no permiten la construcción de la realidad social. En la exposición misma que el paciente hace de su realidad psíquica rige la posibilidad para él de percibir su implicación en el síntoma.
En la ética del psicoanálisis el que sabe es el paciente, sólo que lo sabe sin saberlo, es decir - es aquí donde se aprecia en toda su magnitud el descubrimiento de Freud - de manera inconsciente algo de él participa en la construcción del síntoma, algo del síntoma le conviene, y por eso el síntoma es tan resistente y persistente: es parte del sujeto mismo.
Si el practicante no sugestiona al paciente, el discurso de él sobre su síntoma, se decanta, se hace cada vez más puro, hasta el punto de que él mismo pueda percatarse., hasta encontrar esa responsabilidad, esa conveniencia del síntoma, y al mismo tiempo descubre que resolver este síntoma está en sus manos, en su voluntad. Y de ahí parte la estructura Y de ahí parte la estructura para un movimiento subjetivo.
El practicante dirige la cura, en sus intervenciones se abstiene del saber e indica, en cada sesión, el punto de responsabilidad del sujeto sobre su síntoma, el punto en donde el síntoma le produce satisfacción inconsciente, al mismo tiempo que lo hace sufrir. Lo que llamamos un goce.
Después de un cierto número de sesiones, el sujeto toma consciencia de esta satisfacción inconsciente y de sus consecuencias para su vida, y puede decidir qué hacer de ahora en adelante con el síntoma.
El número de sesiones necesarias para alcanzar ese resultado de tratamiento del síntoma es variable, depende de cada persona.
La sesión individual es el dispositivo más utilizado en las aéreas clínicas de APOL, el más transversal: puede aplicarse al tratamiento de niños y niñas, adolescentes y adultos. Sólo necesita, por parte del paciente, la capacidad psíquica de poder sostener una situación de discurso entre dos.